¿Qué
se enseña/aprende cuando
se
enseña/recibe teatro?
Noelia
Cruz*
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*Licenciada
Suma Cum Laude y Bachiller en Arte y Comunicación Visual por la
Universidad Nacional, Bachiller en Artes Dramáticas por la
Universidad de Costa Rica. Fundadora y Directora de la agrupación La
Cuadrilla Escénica.
Quiero
empezar reflexionando sobre qué se aprende cuando se recibe teatro.
Si bien es una pregunta que nos lanza al contexto educativo y
escolar, es importante rescatar que el hecho escénico como tal es un
proceso comunicativo que puede tener funciones pedagógicas. Es
decir, quiero hablar de los efectos del teatro en cuanto a procesos
de aprendizaje cuando se vive la experiencia como público, no de las
clases de teatro en el aula.
Voy
a enmarcar mis comentarios en la población conformada por niñas y
niños, que es un segmento en el que los procesos pedagógicos son
fundamentales para criar/crear sociedades.
Además
voy a compartirles una perspectiva de un taller que recibí hace
poco, sobre teatro e infancias, no solo para exponerles algunos de
los planteamientos que este sugiere, sino también para apropiármelos
y generar intercambio.
En primer
lugar voy a contarles del taller que les menciono, del cual tuve
conocimiento por medio del grupo de Facebook Pedagogía Teatral Costa
Rica, y aprovecho la mención para invitar a las y los colegas a ser
parte de él; las informaciones compartidas en ese espacio son muy
valiosas, es una iniciativa de la doctora Érika Rojas, especialista
en Pedagogía Teatral, artista escénica y profesora de la Escuela de
Artes Dramáticas de la Universidad de Costa Rica.
“Teoría
del teatro para las infancias: pensar el género en el teatro para
niños” es el nombre del taller impartido por el académico
argentino Germán Casella, quien nos propone un conversatorio en el
que expone algunos puntos fundamentales de su tesis de maestría en
Estética y Teoría de las Artes, de la Facultad de Artes de la
Universidad Nacional de La Plata.
Volvamos
a la pregunta. ¿Qué se aprende cuándo se recibe teatro? El teatro
para las infancias es una práctica pedagógica. Todos los materiales
culturales y las producciones simbólicas a las que se exponen las
niñas y los niños son fuentes de aprendizaje, es por eso que
Casella define al teatro para niños como una estrategia de crianza.
Es
decir, parafraseando a Casella, el teatro es una institución más de
las que componen las infancias. Y por eso se vuelve fundamental el
tomar la responsabilidad en nuestras manos de preguntarnos de qué
manera se involucra el teatro en la cultura infantil y qué aporta a
esta.
A
través de las instituciones que componen la categoría sociológica
de infancia, aprendemos cuál es el ideal de sociedad futura, y
aprendemos sobre la construcción de identidades sociales, aprendemos
sobre horizontes culturales. Eso es lo que nos han depositado las
personas adultas y hoy tenemos que replantearnos si queremos
continuar con esos aprendizajes o si es necesario intentar hacer
cambios estructurales en nuestras sociedades que por cierto son
imposibles de generar desde nuestra adultez ya formada.
También
aprendemos sobre qué es el ser individual y qué es el ser social.
Sobre lo bueno y lo malo, y sobre lo aprobado y lo desaprobado. Es
por eso que es de radical importancia pensar cuáles discursos
estamos poniendo en escena, ya que todo acercamiento a la infancia
siempre es discursivo y no hay signos políticamente insignificantes.
Es decir, aquí radica la estrategia de crianza: en todos los signos
que se crean con un discurso que se repite/reproduce (o no, si
nuestros cuestionamientos rompen con la reproducción los patrones
socialmente hegemónicos).
En
nuestras sociedades patriarcales, aprendemos que la construcción del
yo está atravesada por el género, y que estas coordenadas
determinan y nombran nuestra existencia humana. Y esto lo aprendemos
también a través del teatro.
Según
Casella, el teatro heterosexualiza la realidad simbólica a través
de discursos teatrales que funcionan como actos performativos de
género. Es decir, aprendemos del teatro a cómo actuar el género,
sus roles, sus violencias, y también a actuar una heterosexualidad
obligatoria.
Solo
a manera de apunte, agrego, que también aprendemos del teatro una
mirada sobre el otro, “otrorizando” condiciones que incluso
compartimos, como la clase y la etnia. Por lo tanto el teatro es una
forma de intervención política, a través de la cual reproducimos
el sistema hegemónico o planteamos nuevas posibilidades de vivir en
sociedad.
Si
el teatro tiene ese poder, entonces, ¿qué se enseña a través del
teatro? Como creadoras y creadores de teatro, nuestra concepción de
teatro se va a reflejar en nuestra poética. Nuestra poética es un
sistema ético y estético, es un discurso. Y sí, como parte de una
estrategia de crianza, el teatro tiene ese poder.
A
través del teatro enseñamos nuestros sistemas de creencias, de
valores heredados, aprendidos, reaprendidos y deconstruidos en el
camino, es decir, que si no los cuestionamos y deconstruimos, los
reproducimos como agentes sociales creadores de producción simbólica
y artística que somos.
¿Cuáles
son los sistemas de valores que estamos reproduciendo? ¿Estaremos
enseñando heteronormatividad, roles de género, xenofobia, racismo?,
es decir, todos esos temas a los que estamos expuestas y expuestos a
diario a través de los medios que son también estrategias de
crianza. ¿Estamos reforzando ese entramado o estamos proponiendo una
perspectiva crítica?
Hacer
teatro para las infancias es un reto que debe sacarnos de todos
nuestros lugares cómodos, somos responsables de cuestionarnos la
reproducción de patrones socioculturales nocivos, y de analizar la
creación desde una perspectiva ética, que implica además
problematizar lo moral y por lo tanto considerar una postura laica.
Es
preciso recordar que las poblaciones para las que hacemos teatro son
específicas, es decir, también es un acto político cuestionarnos
el concepto de infancia que estamos generando, ya que la
infancia no es universal, y como
categoría implica que la relación entre el sujeto y el objeto es
una construcción histórica atravesada por el poder y por
condiciones estructurales determinantes.
Es
nuestra responsabilidad desde las artes escénicas politizar la
categoría infancia, como plantea Casella. Corrernos del
adultocentrismo y plantear mediante el teatro, estrategias de crianza
de sociedades más equitativas y más libres.