miércoles, 26 de junio de 2019

¿Por qué estudié teatro?


La verdad, voy a ser sincera, cuando era pequeña quería ser actriz. Nunca había asistido al teatro pero yo quería llegar a estar en un escenario. Fue en ese momento que decidí entrar en algunos cursos libres de teatro durante las vacaciones escolares para saber si realmente me gustaba. Finalmente, cuando hice la gira universitaria que realizó mi colegio (en décimo año) para ver la oferta académica y me vi en el stand de Artes Dramáticas de la Universidad de Costa Rica. Me llevé el programa de estudio a la casa, el cual aún conservo. Cuando llegó la época de entrar a la Universidad, fui a averiguar de la prueba específica para entrar a la carrera de teatro y bueno… ¡me aceptaron!


Ese fue el inicio. ¿Cuál fue la razón? Hasta ese momento no lo tenía clara. De hecho, algunos detalles nunca los pude tener claros; sobretodo porque no tenía ni 20 años. La razón era sólo un sentir y no algo que pudiera verbalizar.

Me sucedió en algunas ocasiones que, cuando decía que estudiaba - o había estudiado – teatro; me preguntaban: “¿Eso se estudia?”, “¿No sabía que es una carrera?” Pues sí, es una carrera universitaria: 4 años para Bachillerato y 5 años para Licenciatura (como todas las carreras en la Universidad de Costa Rica).

La formación como profesional del teatro permite trabajar en: actuación, dirección, maquillaje, lo técnico en cuanto: luces, sonido, audiovisual; escenografía, vestuario, gestión y producción cultural, locución, dramaturgia (y escritura de guiones), docente en cursos como: Uso y manejo de la voz, Expresión Corporal, Teatro para: niños, jóvenes, adultos mayores; Promotor de la Salud a través del teatro; entre otros. Ser profesional del teatro requiere de: entrega, tiempo, estudio, entrenamiento, investigación, lectura, observación, disciplina y múltiples tareas más para lograr un resultado escénico.

Algunos años después de graduarme; tuve la oportunidad de trabajar con la compañía (a la cual pertenezco actualmente): Raiz Teatro. Es aquí donde logré tener más experiencia como actriz. Además con tener vivencias personales que me llevaron a encontrar razones que me hacen feliz y me llenan.

Hoy puedo decir que el teatro es un arte, un transformador social que llega tanto a quien lo hace como al que lo observa. En el, se reúnen distintas formas de expresión artística: música, vestuario, baile, artistas que interpretan, que dirigen, que escriben. El teatro es una amplia riqueza estética en una sola representación. Para mí hacer teatro es reparador, es terapéutico, es un reto, es algo que me completa, me permite entregar, recibir y sentir.



miércoles, 19 de junio de 2019

Sanar A Calzón Quita’o




-¿Nos quedamos estudiando hoy para el examen de Patología Humana?
-Hoy no puedo. Iré a ver teatro. Nos vemos mañana.

No todo lo que necesitamos aprender está en los libros. Y la salud no está limitada al EBAIS, al Hospital o a la cabeza del médico o la médica. La salud es responsabilidad de todos y la conocemos y mejoramos al conversar, compartir experiencias y preguntar. Así que ya sabe, como dice Cristina Barboza: “¡Pregunte!”.
Una tarde, una estudiante de medicina y una actriz-directora de teatro, se sentaron a tomar café y conversar. Desde el inicio, sentí cómo mis pensamientos estaban en gran sintonía con los de LaPey. Coincidimos en que la salud depende enormemente de las emociones y que el teatro es un medio maravilloso para expresar, de una manera muy emotiva, inquietudes y datos de suma importancia para el bienestar personal y colectivo. En medio de una fascinante convergencia de ideas sobre arte, sociología, política, biología, fisiología humana, anatomía, farmacología, psicología… LaPey me invitó a ver un ensayo de “A Calzón Quita’o Vol. 2.”

¡Por supuesto! ¡Ahí estaré!

El esperado día, salí en carrera del Hospital San Juan de Dios -donde llevo algunos cursos- para llegar sin prisas al lugar donde sería el “ensayo con público” (debo admitir que me sentía privilegiada por ver tan de cerca un trabajo de semejante calidad).

Llegó la hora de iniciar: pase adelante, siéntese, observe y disfrute. Tome notas.
Depresión y ansiedad, VIH y sexualidad, pornografía y expresión de la masculinidad. ¿Suena familiar? Muchísimo.

Cada día me pregunto qué hacer para que las personas entiendan que debemos hablar sobre las tortuosidades de nuestros cuerpos y nuestras mentes. ¿Cómo lograrlo si, como profesionales en Medicina, hablamos desde el pedestal del “doctorado”, como si fuésemos ajenos a la realidad de la población con sus distintas clases socioeconómicas y conflictos? Raíz Teatro, con su proyecto “A Calzón Quita’o”, tiene la respuesta. Abordan con una sensibilidad entrañable –y gran veracidad- temas que constituyen, precisamente, la matriz de muchas de las consultas médicas de los diferentes grupos sociales y etarios. En cada unipersonal vi reflejados a muchos de los pacientes que he conocido, vi reflejada a mi familia, a mis compañeros y compañeras… me vi a mí misma con mi “paquetito de antidepresivos en la mesita de noche”. (Johanna Madrigal)
Después de ver “A Calzón Quita'o Vol. 2”, siento la necesidad de contarle a todos sobre Raíz Teatro. Como futura profesional en salud, recomiendo vehementemente que estos mensajes lleguen a la mayor cantidad de personas posible. En especial a adolescentes y preadolescentes, que comienzan a adentrarse más intensamente en los misteriosos caminos del autoconocimiento. Recibir la información de estos unipersonales nos ayuda a entendernos como seres con cuerpo, mente y emociones, y a concebir la salud como entidad integral de estos aspectos. De esta forma, vivir cada etapa de la vida con más confianza y calidad.
Agradezco infinitamente al teatro -que al amalgamar tantas manifestaciones artísticas, nos permite llegar tan lejos expresando información puntual y fundamental-, y a todas las personas que investigan y se preparan arduamente para llevar al escenario un trabajo de calidad.
Si desean colaborar de manera valiosa, por favor, compartan esta información.

¡Muchas gracias Raíz Teatro y a todos quienes les apoyan!

Adela Chacón. Estudiante de Medicina

miércoles, 12 de junio de 2019

Síndrome Post-Estreno





Nunca he escuchado el término “Síndrome post-estreno”, ergo, no sé si ya ha sido mencionado o visibilizado como tal; pero sí creo firmemente que existe.

Parto de uno de los significados de síndrome que da el Diccionario de la Lengua Española: Conjunto de síntomas característicos de una enfermedad o un estado determinado; y es así, como puedo asegurar que luego de tener un estreno teatral - cuando “todo se acabó” -, se tienen síntomas.

A ver, particularmente, nuestros procesos de Raíz Teatro duran entre 6-8 meses (de dos a cuatro días a la semana, tres a cinco horas diarias) antes de estrenar. Como “estreno” se entenderá a los fines de semana que estuvimos por primera vez en funciones (que van de 2-4 fines de semana) frente a un público desconocido.

Así, que con esta información, hablaré desde mi y desde mi Raíz sobre el síndrome post-estreno. Eso sí, muy rápido y por encima, porque existen muchos más síntomas y detalles que no menciono en esta nota.

A ver, luego de estar “juntos” como equipo de trabajo en Raíz Teatro, durante casi 9 meses compartiendo: opiniones, impulsos, enfermedades, sueños, molestias, alegrías, dudas, éxtasis, tristezas, sudor, lágrimas, sueño/cansancio, contracturas, pérdidas y nostalgias, risas y amor; entre otras muchas situaciones más; es evidente que se crean conexiones/vínculos importantes entre los seres humanos que somos. Además, llegar a ensayar luego de estar en nuestros otros trabajos en horario diurno (porque en Raíz todos tenemos al menos dos profesiones) para seguir trabajando en horario nocturno y además, el traslado de y hacia nuestro nuestro lugar de ensayo/casas (que todo tico sabe lo que esto significa: entre una y dos horas “de viaje”); es una tarea titánica que no cualquier ser humano soporta.

Cuando se hace teatro, se hace humanidad. Somos seres humanos trabajando como cualquier otro ser humano que trabaja, con la gran diferencia que además de trabajar con nuestro cuerpo y mente; también trabajamos con nuestras emociones y demonios.

Así que luego de pasar por una montaña rusa de emociones intensas durante 9 meses de ensayos y preparación; nos ponemos frente a las luces y a los espectadores para seguir despellejándonos el alma y mostrar nuestro trabajo en cada función.

Y luego que se acaban las funciones...vacío, silencio, quietud, “tiempo libre”…

Los días luego de un estreno son un vacío inmenso donde mi cuerpo y mi mente se sienten perdidos. Un vacío que me genera ansiedad porque aún no he bajado la adrenalina de despellejarme el alma frente a los demás.

Y es que, esta adrenalina no baja de golpe. Una como intérprete (y como directora) debe despellejar su alma frente a ojos diversos, ojos fijos, ojos incrédulos, ojos críticos, ojos y almas como los míos. Y esa adrenalina no se acaba con en el aplauso. En mi mente de intérprete (y directora) sigo pensando: Lo habré hecho bien? ¿Es esto lo que quería hacer? ¿Estoy dando lo mejor de mi? ¿A lo mejor y no me estoy dando a entender?, entre otras millones de incógnitas.

Síntoma de vacío. Síntoma de silencio. Silencio interno y externo. Luego de estrenar ya no estoy escuchando la voz de mi directora, de mis compañeros de escena, de los diseñadores, de la dramaturga, de mis entrenadores; hay silencio. Silencio puro. Hay silencio en mi alrededor, pero también silencio adentro. Mi silencio. Mi silencio que me hace meditar y reflexionar, que me ayuda a tomar decisiones. Un silencio activo.

Síntoma de vacío. Síntoma de silencio. Síntoma de quietud que se parece a los otros dos pero que tiene que ver particularmente con mi cuerpo. Un cuerpo que en ensayos y funciones debe estar entrenado para estar aquí y ahora para comunicar algo. No es sencillo ese estado. Un cuerpo alerta, atento, creativo, activo y proactivo. Y luego del estreno, quietud. Quizá esta quietud solo dure unos días o meses; pero es un síntoma bien raro porque nuestro cuerpo y nuestra mente estuvieron casi 10 meses en movilidad pura.

Síntoma de vacío. Síntoma de silencio. Síntoma de quietud. Síntoma de “tiempo libre”. El tiempo libre es un privilegio que muchos no sabemos valorar. Para algunos de hecho, es signo de vagabundería y “falta de trabajo”. El tiempo libre es justo y necesario; para seguir, para recargar baterías, para tomar decisiones. Este síntoma del tiempo libre es el que más me inquieta porque de repente me veo en mi casa: tranquila, descansada y ¡con tiempo! Tiempo que durante el proceso de ensayos, no tenía. Tiempo que no tenía para: tomar café con mi mamá, salir a caminar con mi papá, ir al banco, ir a comprarme algo, leer, pintarme las uñas, visitar a mis amigos, para descansar; tiempo para lo esencial. Es tan importante el tiempo, también para lo esencial.

Y quizá no es que sea demasiado el tiempo libre que me queda luego de un estreno. Pero sí el suficiente para hacer una pausa y decir: “llévela suave Pey, hay cosas que se deben disfrutar con tiempo”. Amo lo que hago, le dedico mi tiempo al 100% pero también debo recordarme que necesito tiempo para mi, para la mujer.

El vacío, el silencio, la quietud y el tiempo libre son algunos de estos síntomas de lo que he llamado Síndrome post-estreno; habrán más, ustedes me dirán...

miércoles, 5 de junio de 2019

Aun aquí.


Creo que hay muchas maneras de llegar al teatro. Algunos lo hacen al tener experiencias cercanas con el medio cuando eran pequeños, algunos otros pudieron estar en escuelas o colegios que ofrecieran “teatro” como una asignatura o actividad extracurricular, incluso nunca falta el grupo de teatro de la comunidad, que puede ser el de la iglesia (y que le pudo haber brindado a alguien sus primeras experiencias con las tablas).
No voy a mentir, estar en el escenario es una actividad intensa y estimulante, como enamorarse o hacer algún deporte extremo (ambas considerablemente peligrosas como el teatro). Por lo que no me resulta raro engancharse, enamorase, querer dedicarle más horas, más vida. Pero la magia para mi no radica en llegar, sino en quedarse.
El amor por el teatro puede ser mucho, pero como cualquier matrimonio relativamente funcional, el amor es solo uno de los factores que mantiene la paz en el hogar. Dedicación, reinvención, honestidad, pleitos, frustración, acaloradas reconciliaciones; todas estas son los múltiples momentos que implica un convivio prolongado con esta profesión.
Yo diría que llevo diez años de casado, pero mentiría de manera descarada. El proceso universitario y de formación se parece más a un noviazgo que a cualquier otra cosa; porque se es joven, lleno de ilusiones, planes a futuro, viajes por todo el mundo acompañado uno del otro. Un idealismo puro, como el de cualquier pareja que juega con la idea del matrimonio. Pero luego te gradúas, o sea, te casas.
Fuera de los clichés de la vida matrimonial, la experiencia académica es una etapa poblada de otras aristas que se llegan a diferenciar mucho de la realidad de un ambiente laboral, donde tus ciclos no son un conjunto ordenado de semestres, sino un sube y baja de: proyectos, trabajos a medios tiempos, vacas flacas y gordas. El afuera es una verdadera prueba de amor, sabiendo que este no desaparece, pero es incapaz de sustentar cualquier tipo de idealismo que uno pudo haber generado en la cabeza.
Quizá la realidad sea menos “romántica” pero definitivamente es más exigente y satisfactoria. El día a día es un reto, así como aprender cosas nuevas sobre este maravilloso oficio (también se aprende cosas nuevas de uno mismo). El teatro está en muchas cosas, no es un objeto intocable y místico que responde solo a lo que pasa en las tablas, sino que nos invita y exige a replantearnos nuestro quehacer. Quizá ahí está un poco la clave. Esto igual se sostiene con constantes peleas, frustraciones, momentos de separación y reconciliaciones. Es todo un tema.
No sé cuántos años más durará este matrimonio. He visto a muchos que se divorcian y logran llevar una amistad feliz, otros tantos manejan una relación abierta y les va de maravilla. Yo aquí voy, aun enamorado, un poco más cansado, pero con ganas de seguir un rato más.
Estefan Esquivel
Dramaturgo y Actor


La pandemia del sector cultura

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