miércoles, 27 de noviembre de 2019

#Recordemos. #Opinión. La Prudencia de Raíz Teatro



La prudencia

Sentada en mi butaca minutos antes de la puesta en escena pensaba sobre las variables subjetivas que podía tener la palabra prudencia en nuestras vidas, podría ser el acto preventivo para no arriesgarnos o quizá podría ser la competencia adquirida después de un doloroso aprendizaje, en fin ante mis dudas existenciales coloque mi atención en el desarrollo de la obra.
Ante los primeros acontecimientos me quedé atrapaba en un paréntesis cotidiano, sin duda alguna la necesidad casi salvaje de competir por un estado único y sobresaliente nos puede llevar a las expresiones más grotescas e individuales, perdiendo completa conciencia de cualquier rasgo que nos acerque a la empatía y al desarrollo de la cooperación a partir de nuestras similitudes.
Los acontecimientos seguían trascurriendo y mi asombro cada vez más se agudizaba casi de la misma forma que las expresiones gestuales de cada una de las actrices, mi siguiente interrogante ¿somos tan vulnerables a la apreciación de los demás? Tenemos una gran necesidad de aceptación que podemos dejar de pensar por nosotros mismos y construir una realidad de espejismos donde se reflejen los miedos provocados por intenciones de “otros” que nos alertan de las terribles amenazas que nos circundan, validando su palabra cometemos atroces injusticias siendo verdugos de la diversidad y expresión de todo aquello que se califique como “diferente” o “inapropiado”.
Sin embargo el pensamiento que siguió haciéndome eco posterior a la puesta en escena ha sido la capacidad creativa y devoradora que podemos tener cuando deseamos legitimar nuestra visión del mundo como certeza, quizá en la obra nos pareció grotesco; sin embargo a diario defendemos casi como si estuviéramos en trincheras nuestra opinión sobre variedad de temáticas, sí nuestra opinión esa misma que ha variado según nuestros aciertos y desaciertos, pero que siempre en su estado presente defendemos aplaudida por nuestro ego a pesar de los costos emocionales que podemos provocar en tremenda deliberación.
Al escuchar los aplausos hacia tres impresionantes mujeres, concluí que nuestra mayor precaución debe dirigirse a nuestras propias intenciones, evaluando de donde surgen nuestros criterios, nutriendo nuestros argumentos desde una perspectivas más inclusiva y menos amenazante, identificando líderes en nuestra sociedad sin dejar de lado nuestra esencia, nuestro mayor objetivo debería ser dejar un aporte positivo para la sociedad a través de todas nuestras actividades, decisiones y relaciones resguardando entre candados sólo a los auténticos verdugos … nuestros estereotipos y perjuicios.

Montserrat Carbnonell
Docente
Domingo 19 abril 2015, 18 hrs


miércoles, 20 de noviembre de 2019

Teatro: polivalente, multimedial y polifacético. Una necesidad que va muchísimo más allá de un espacio de entretenimiento


Desde sus comienzos en la antigua Grecia, el teatro tuvo que ver con la vida, con lo que la gente hace, con lo que la gente ama y odia, con lo que la gente sueña y piensa; desde sus mismas raíces históricas, el teatro ha sido espacio de utopía y, a la vez, del realismo más crudo; espacio para deconstruir mundos dados-impuestos y construir mundo nuevos-soñados; espacio para dar rienda a lo transgresor, a lo irónico, a lo fino, a lo simplemente humano. En este sentido, por su intención comunicativa, crítica, educativa, investigativa, creativa y propositiva el teatro es un verdadero espejo del mundo: del que tenemos, del que tuvimos, del que proyectamos. La gestualidad, la voz, la luz, el maquillaje, la escenografía, el texto, la simbiosis que se entabla entre el actor y el espectador, entre la puesta en escena y la cotidianidad ordinaria, todo esto vuelve hoy –en medio de sociedades líquidas que se decantan casi exclusivamente por los contactos virtuales– urgente al teatro.

Yo crecí en una zona rural de Cartago, en donde ni siquiera el cine era accesible; del teatro conocíamos solo lo poco que en secundaria recibíamos, limitado al análisis literario de alguna obra dramatúrgica, no más; nunca se nos motivó a consumir teatro, a considerarlo importante, a entenderlo. Fue ya en la Orden Franciscana que me acerqué al mundo del teatro y empecé a conocerlo, a valorarlo y a aprovecharlo. Me fascinó. Lo descubrí muy humano, libre, espontáneo, sincero, comprometido, político y –cosa nueva para mí– profesional y educativo. Me impactó la seriedad, la disciplina, la cantidad de trabajo y los sacrificios varios que preceden una puesta en escena.

Desde entonces, la estética y ética teatral me tocan por dentro: la capacidad de los actores y actrices para transmitir un contenido cultural de manera tan creíble, tan limpia, tan a flor de piel. Me he convencido a mí mismo de que existe, sin duda, un nexo estrecho entre teatro y cambio social, teatro y pensamiento crítico; por lo mismo, resulta una gran pérdida que se continúe ignorando la riquísima herramienta que ese representa para una buena educación, para una educación integral, que represente una alternativa a la educación rígida, de masa y de adoctrinamiento. Debe impulsarse el teatro como herramienta de contacto con la cultura, con la propia corporalidad y con las ajenas, como vía canalizadora de la agresividad, de la timidez, de la cerrazón de alma y mente, de la autocensura. El teatro, con su tremenda fuerza pedagógica para los sentidos, para el espíritu, para el individuo y para los grupos sociales, constituye un medio comunicativo que es no solo eficaz, sino insustituible en su función de ensanchar horizontes mentales y desmitificar preconceptos fosilizados.

El teatro como ocasión privilegiada para entrar en contacto con un texto literario, con una propuesta dramatúrgica, con una interpretación nueva de una obra ya conocida; el teatro, en su dimensión polivalente, multimedial, polifacética… lo vuelven una necesidad que va muchísimo más allá de un espacio de entretenimiento: el trabajo teatral es arte fino que, por una parte, toca el espíritu humano y, por otra, se convierte en un reclamo a la conciencia: a la individual y a la colectiva.

Fray Marcos Quesada. OFMConventual




miércoles, 13 de noviembre de 2019

¿Por qué Criticando-Ando Teatro?




En Costa Rica es imperativo que existan más espacios para la crítica teatral (espacios que la promuevan y que la visibilicen). Como directora general y artística de Raíz Teatro, como profesional del teatro, como gestora cultural y como profesional de la información he asumido el reto de compartir un espacio de crítica, reseña y/o resumen sobre teatro.

Así que Raíz Teatro también, asume otra responsabilidad más desde la profesionalidad para compartir mis críticas, reseñas y/o resúmenes de algunas puestas en escena que se realicen en Costa Rica a través de sus plataformas digitales.

Es esencial también quitarse ese prejuicio de que la palabra crítica siempre conlleva algo malo. Se entenderá crítica como: el análisis, la opinión y valoración de una situación; lo que deseo con Criticando-Ando Teatro es compartir las acciones felices y los acciones no tan felices - que observé y viví - de las puestas en escena a las que asistí.

¿Para qué Criticando-Ando Teatro?

A través de las críticas, reseñas y/o comentarios se estará promoviendo la sistematización de algunos trabajos hechos por profesionales de teatro en Costa Rica y además, se estará creando memoria histórica cultural; tan necesaria e importante.

Deseo además, que a través de Criticando-Ando Teatro, se visibilice el trabajo profesional de las directoras y directores de teatro. Es decir, intentaré hacer énfasis en la dirección del montaje.

¿Cómo se desarrollará Criticando-Ando Teatro?

Escribiré pequeños textos dándole prioridad a las puestas en escena nacionales y de grupos profesionales (“independientes”) de teatro. Estos textos se publicarán de manera regular en las plataformas digitales de Raíz Teatro (blog, Facebook, página web).

Se solicitará información a la directora y director de la puesta en escena para la sección “La directora(or) nos quiso compartir”, si la persona encargada de la dirección tiene a bien compartir la información en el tiempo solicitado, se publicará con la crítica.

¿Querés ser parte de este espacio y crear memoria histórica cultural para Costa Rica? Escribinos: raizteatro@gmail.com

Criticando-Ando tiene todos los derechos reservados.

M. Ed. Katherine LaPey Peytrequín Gómez
www.raizteatro.com

miércoles, 6 de noviembre de 2019

#Recordemos. #Opinión. La Prudencia de Raíz Teatro




¡Dios mío! ¡Somos inocentes!*
María Laura Fernández Soto (Teóloga)

¡Qué maravilla que Dios nos haya creado con humor! ¡Y qué estupendo que, como afirma Umberto Eco, aunque el arte de la risa “nos muestre las cosas distintas de lo que son, como si mintiese, de hecho nos obliga a mirarlas mejor”! (Eco, 2005, p. 675). Eso es exactamente lo que de modo muy fino suscita Raíz Teatro con su obra “La Prudencia” (escrita por Claudio Gotbeter y dirigida por Cristina Barboza): desfigura la realidad para hacernos reír a más no poder pero, al mismo tiempo, nos deja pensando si lo que vimos en escena es efectivamente desfiguración o más bien un fiel reflejo de lo que vivimos en nuestro mundo actual. O quizá sea más acertado decir que realmente nos empuja a dudar si las reacciones de los personajes reflejan las actitudes que muchas veces nosotros mismos tomamos frente a los acontecimientos que presenciamos cada día en nuestra sociedad.
¿Será sólo que “el mundo está terrible” (Gotbeter, 2011, p. 23) y que “la gente está peligrosísima” (Gotbeter, 2011, p. 7) como asegura Margarita? ¿O será que además, aunque digamos cosas muy bonitas, nosotros mismos estamos perdiendo poco a poco la capacidad de indignarnos y reaccionar en contra de la injusticia? Tal vez por eso nos resulta tan llamativa la desconexión total entre el discurso de los personajes y sus acciones. La misma Margarita que critica a la gente que “roba y mata como si se tratase de comer galletitas” (Gotbeter, 2011, p. 7) es la que unos minutos después se lanza salvajemente a cometer un crimen atroz. La misma Trinidad que dice odiar la violencia es la que luego grita desesperada para que la dejen ser también partícipe en la brutalidad. Y, mientras tanto, el público no hace más que reír (de hecho, curiosamente, esa es una de las partes que más risa suelen provocar). ¿Será que en ese instante la sabiduría de la risa nos hace descubrir que también nosotros padecemos la gravísima enfermedad de disociación entre lo que decimos y lo que hacemos? Tal vez, al igual que las mujeres de la obra, nosotros a veces preferimos pasar la vida festejando en lugar de distraernos con “cualquier estupidez” (Gotbeter, 2011, p. 23); eso sí que es una tragedia, porque terminamos relativizando el sufrimiento de otros y nos hacemos ciegos frente a nuestras propias decisiones.
En ese sentido, esta producción teatral también suscita una profunda reflexión acerca de la forma en que entramos en relación con otros. Es lamentable que las palabras de Nina se hayan convertido ya en una especie de modus vivendi para nuestra sociedad: “si me siento amenazada por alguien, yo tampoco dudaría en defenderme” (Gotbeter, 2011, p. 11). Lo complicado es que todos nos sentimos amenazados de una u otra forma y, aun cuando esa amenaza ni siquiera exista, manipulamos lo que esté a nuestro alcance para inventar peligros con el fin de justificar (y si es por medios legales todavía mejor) nuestra violencia contra los que son diferentes de nosotros. Hace unos días, por ejemplo, me dolió mucho ver en las redes sociales un álbum de fotos con imágenes de las monstruosidades que está perpetrando el grupo ISIS; las imágenes eran terribles, claro, pero también me pareció terrible el desventurado título que llevaba el álbum: “Esto es lo que hace el Islam en el mundo”. Ese tipo de generalizaciones son precisamente las que rápidamente nos ciegan y nos convierten en enemigos unos de otros. Así como en ese caso se identifica automáticamente a un grupo radical específico con todos los practicantes de una religión tan sublime (que tanto valora el amor y la paz), así también terminamos tachando arbitrariamente a muchos otros sectores de nuestra sociedad. Poco importa para algunos cuán alejado está el grupo ISIS de los más altos principios del Islam; simplemente prefieren aprovechar cualquier oportunidad de crear consenso en contra de lo diferente para deslegitimarlo.
En nuestros países latinoamericanos la violencia también se ha convertido en pan de todos los días. A veces pareciera que, como Margarita, ya ni nos impacta escuchar noticias de asesinatos y descuartizamientos. Lastimosamente, eso también afecta la manera en que juzgamos a las otras personas y nos relacionamos con ellas. Estando así las cosas, ¿cómo sanar entonces esa sensación de amenaza perpetua que pareciera tener poder para dominar nuestras vidas? Siguiendo a Luigi Schiavo, yo diría que esa situación no cambiará hasta que nos atrevamos a entender que “no debemos sentir miedo del otro, ni amenaza, puesto que el otro representa nuestra posibilidad de transformación” (Schiavo, 2012, p. 264). Tal vez tenga razón Trinidad en advertir que “cualquiera que abre una puerta está arriesgando su vida” (Gotbeter, 2011, p. 9), pero precisamente por el hecho de que encontrarse con lo diferente inevitablemente nos hará cuestionar nuestros modos de ser, pensar y actuar. Lo que pasa es que a veces no estamos tan dispuestos a dejar que eso suceda.
Después de todo, tal vez no son tan ciertas las palabras de Margarita que hemos escogido como título (*Gotbeter, 2011, p. 21). Tal vez no somos tan inocentes. No somos inocentes cuando pretendemos que Dios o la ley están de nuestro lado con el único fin de entronizar nuestros puntos de vista, justificar nuestros atropellos a la dignidad de las personas y satisfacer nuestros intereses egoístas. No somos inocentes cuando caminamos indiferentes al lado de las víctimas de la violencia y actuamos como si nada estuviera pasando con tal de no incomodarnos o no empañar nuestra alegría. Quizás lo que nos falta es más bien un poco de inocencia, no para sentirnos libres de culpa sino para construir relaciones libres de prejuicios o pretensiones. Tampoco se trata de exaltar la ingenuidad y pretender que nuestras ciudades son tranquilos remansos de paz, pero tal vez más que prudencia lo que en realidad necesitamos es valentía. Necesitamos valentía para denunciar la injusticia cuando realmente existe y luchar contra ella en la medida de nuestras posibilidades. Pero también necesitamos valentía para aceptarnos con nuestras propias contradicciones y entrar en relación con otros teniendo la disposición de dejarnos sorprender por la bondad que de todas formas reside en el corazón humano.

Referencias Bibliográficas
Eco, U. (2005). El nombre de la rosa. (5ta ed.). Barcelona: Debolsillo.
Gotbeter, C. (2011). La prudencia. En Dramática Latinoamericana #366. (Versión tomada de http://www.celcit.org.ar )
Schiavo, L. (2012). La invención del diablo cuando el otro es problema. San José: Editorial Lara.

La pandemia del sector cultura

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