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11:00 p.m y aquí estoy, frente a la compu. No, no estoy viendo una serie, jugando o vagueando. Estoy trabajando.
Sí, siempre me ha costado concentrarme durante el día y ahora en modo pandemia mucho más… Y sí, es que nadie lo esperaba, nadie.
Soy una enamorada/obsesionada de mi trabajo, casi que no estoy muy segura de como pasé de ser una joven deseosa de pisar todos los escenarios de este país a ser docente. Educadora especial, menos. Siempre he pensado que yo escogí al teatro, desde pequeña lo decidí y lo inyecté en mis venas con pasión y empeño, pero en definitiva la educación especial me escogió a mí.
Desde el primer día que tuve contacto con la posibilidad de enseñar a una persona a movilizarse mejor, a leer, a comunicarse, a creer en sus habilidades y a derrotar barreras… Desde ese momento supe que mis días debían estar llenos de recreos escandalosos, del olor al marcador de pizarra, de adolescentes incomprendidos, de colegas grandiosos. Estoy apenas iniciando, pero ha sido un camino maravilloso.
Iniciando mi cuarto año como docente del Ministerio de Educación Pública (MEP) apareció la COVID-19 y cambió todos nuestros planes, desde ese día, nadie iba a poder hacer lo que planeaba, al menos no aún… Creo que la mayoría esperaba que esto se acabara pronto, que en 15 días estaríamos en las aulas lidiando con la normalidad del cansancio docente. No pasó.
Muchos han dicho que los docentes somos unos vagos, que estamos de vacaciones y claro que hay docentes que se han ganado esa etiqueta. Pero me consta que muchos, muchas, pasamos horas dándole cabeza a cómo explicar un contenido por cámara o videos, cómo hacerle llegar alimentos extras a nuestros estudiantes, cómo conseguirles materiales o ayudarles con internet. Es cansado y frustrante, es peor que el cansancio que manejábamos antes, es el doble del cansancio, pero sin la recompensa.
Sí, dedicarse a la educación tiene una cuota de egocentrismo, uno como profe quiere estar seguro de que su estudiante aprende, de ver esa manita sosteniendo mejor el lápiz, de ver esas caritas leyendo o pronunciando mejor una palabra… Sin presencialidad, esa recompensa es mínima, es dolorosa y lejana.
No todo ha sido malo, esta situación nos obligó a actualizarnos en cosas que no sabíamos que necesitábamos, ahora puedo editar videos y generar imágenes interactivas. He aplicado una metodología que les permite a mis estudiantes dirigir su propio aprendizaje y me he sorprendido de lo mucho que se puede hacer con tecnología. Y quienes no tienen internet a mano… ahí vuelve la frustración.
Nunca pensamos que nos iba a tocar estar en estas… al menos yo no, por algo escogí dedicarme a cosas que no implicaran estar todo el día en una computadora. Por algo amo mi trabajo como docente itinerante y viajar por todo Cartago apoyando a estudiantes sordos de diferentes edades, teniendo días muy cambiantes siempre. Por eso también amo hacer teatro y sorprenderme siempre de mis ideas y de las de mis colegas artistas, crear y cambiar siempre, cambiarme.
Ahora nuestra realidad docente y teatral se reduce a una pantalla que nos permite estar conectados y presentes de alguna forma, aunque sea y ¡Por dicha!, peor sería la completa ausencia de conexión.
Al menos recibo mensajes de agradecimiento por explicarles algo que no comprendían, recibo videos llenos de felicidad de mis niños disfrutando las ideas de la “divertida” profe Cristina. Por lo menos puedo hablar con mis estudiantes y escuchar su frustración por el exceso de trabajo o su falta de organización. Al menos estoy ahí, de lejitos, pero me sienten y yo a ellos. No podría sobrevivir esta pandemia si no tuviera un propósito para mantenerme activa y creativa.
A mis colegas docentes de diferentes áreas, los entiendo, los admiro y los abrazo a la distancia. No es fácil. A quienes hacen milagros por mantener sus familias unidas mientras su casa es su trabajo, gracias por todo lo que hacen. A todos los docentes que han llorado de impotencia, de cansancio por no saber como manejar la ansiedad y el estrés, los que deben ser profesores de sus estudiantes y de sus hijos ¡Gracias!, ¡Gracias!
Sigan creyendo que esto va a mejorar, sigan creyendo que sus esfuerzos valen la pena, volveremos con más fuerza, con más habilidades y con más ganas.
La educación es un acto de amor.
Paulo Freire
Licda. Cristina Barboza Jiménez
Educadora especial, teatrera
Cris que hermoso leerte y aún más cuando tuve la bendición de conocerte, abrazo con el alma cada una de tus palabras y las hago mías también, nos ha tocado un realidad bastante difícil pero soy creyente de que quienes aman lo que hacen ven los obstáculos como oportunidades para evolucionar y buscar formas de seguir dando amor y vocación, algo de lo que vos estas echa hasta la médula. Te quiero mucho y aplaudo tu valor y calidad humana.
ResponderBorrarGracias por leer Nachito! Y opino como vos, seguiremos encontrando oportunidades en las situaciones difíciles. Sé el excelente profesional que sos y no tengo duda de que tus estudiantes están en excelentes manos. Un fuerte abrazo a la distancia!
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