Tenía 10 años cuando
descubrí que existía el teatro; es apenas un recuerdo vago de mi
infancia, pero por alguna razón se clavó en mi mente y despertó un
interés que hasta ese entonces era inexistente para mí. Tres años
después era parte de un pequeño grupo de teatro que se formó en el
colegio. ¿El primer personaje que interpreté? Pancha Carrasco en la
representación de las actividades conmemorativas a la Batalla Rivas.
Esto podría parecer poco y posiblemente la Johanna de aquel entonces
no estaba preparada para comprender el valor de interpretar a una
mujer tan emblemática; sin embargo, hoy me siento orgullosa de que
mis primeros pasos en el mundo teatral hayan sido de la mano de doña
Francisca.
No mucho después,
nuestro profesor de teatro nos embarcó en la aventura maravillosa de
viajar a San José y asistir a una función de teatro profesional en
la Compañía Nacional de Teatro: Nada más y nada menos que ¡Hamlet!
Como se imaginarán, y a
pesar de que nuestro profesor hizo la tarea de ponernos en contexto,
Hamlet y Shakespeare eran dos totales desconocidos para nosotros.
Pero eso tampoco importó porque esa noche me enamoré perdidamente
del teatro. Aún tengo en mi memoria esa sensación de emoción y
escalofríos que recorrió todo mi cuerpo cuando ingresé a la sala,
no hay palabras para explicarlo, simplemente fue magia. Cuando
pensaba que no podía emocionarme más, aparece Hamlet en escena y mi
cabeza simplemente explota cuando me doy cuenta de que es una actriz
quien lo interpreta, ¡una mujer! En ese momento sólo pensé: ¡Esto
es lo que quiero hacer en la vida, esto es! Desde entonces, me quedé
enganchada en la telaraña del teatro.
Lamentablemente, los
fondos para mantener las actividades del grupo de teatro del colegio
y pagarle al profesor; eran insuficientes, y terminaron cerrándolo.
Aunque hoy hay mayores oportunidades en las zonas rurales, en aquel
entonces no había más opciones, así que me tocó esperar alrededor
de cuatro años, para finalmente graduarme del colegio y aplicar la
decisión que había tomado siendo prácticamente una niña: hacer
del teatro mi profesión.
En ese último año me
tuve que enfrentar a comentarios hirientes, despectivos y que ponían
en entredicho mi decisión de querer estudiar en la universidad una
carrera artística:
Johanna, ¡pero si
usted es muy inteligente! ¿Cómo va a estudiar eso?
¿Para eso se
estudia?
El teatro no es una
carrera es un pasatiempo.
¡Pero se va a morir
de hambre!
¡Eso es de vagos y
no le va a dar de comer!
¡Usted tiene que
estudiar algo en lo que haya trabajo! Las artes son para entretenerse
nada más.
Y así podría continuar
completando unas cuantas hojas más, pero lo cierto es que no vale la
pena llenarse de toda esa energía negativa. No me importaron cuando
era adolescente, no me importan ahora.
Yo soy de esas personas
raras con la convicción de hacer lo que a una le apasiona. Creo
ciegamente en que acciones muy pequeñas pueden transformar el mundo.
Así, les invito a perder un poco la cordura, descubrir qué les
llena, disfrutarlo y compartirlo con otras personas. Cuando nos
permitimos ser, el mundo es un mejor lugar para vivir.
“La
locura acierta a veces cuando el juicio y la cordura no dan fruto”.
Hamlet
- Shakespeare
Johanna
Madrigal Araya
Artista
escénica, productora teatral y gestora cultural
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