miércoles, 15 de julio de 2020

El teatro y la vida





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El teatro ha sido mi compañero desde que tengo 15 años, desde el primer momento en el que forme parte del grupo de teatro de mi colegio, este arte se ha encargado de enseñarme mucho en distintos aspectos. Cuando era una adolescente, me enseñó sobre el compañerismo, el trabajo en equipo, el compromiso y la entrega; aspectos que no solamente funcionan para desenvolverse dentro del teatro sino en la vida en general.

El teatro tuvo un impacto tan grande en mi vida que decidí estudiar Artes Dramáticas, desde entonces mi perspectiva del mundo cambió. El teatro me ha dejado tantas enseñanzas, que sería imposible pensar que éstas se reflejan únicamente cuando estoy en un escenario actuando. El aprender desde la academia me ha brindado muchas herramientas técnicas, por ejemplo: desde la modulación de mi volumen, hasta el uso de distintos ritmos para mantener a las personas interesadas en lo que hago; sin embargo, más allá de todas estas herramientas técnicas, el teatro me ha dado herramientas para la vida.

Desde mi perspectiva el teatro es transgresor, no le importa dónde ni con quién esté, me ha enseñado que si estoy atenta a lo que me rodea, probablemente alguna cosa nueva aprenderé. Es increíble cómo el teatro nos enseña lo necesario que es estar abiertos a nuevas posibilidades y no pensar que solamente existe una única forma de accionar.

Durante mucho tiempo, me enseñaron a tenerle miedo al error, mientras que en la mayoría de mis procesos, en dramáticas, mis profesoras me mostraron que estaba bien “equivocarse”, que en el famoso error podía encontrar grandes riquezas. Es un recordatorio constante para combatir contra el chip que se nos ha inculcado, el que dice que es más importante el resultado y no el proceso.

Por otra parte, me ha enseñado la importancia de escucharme y no juzgarme, en múltiples ocasiones me ha hecho sentarme y conversar conmigo misma, en esas charlas me ha ayudado a encontrar nuevas facetas, que tal vez antes desconocía o en ocasiones ignoraba. También me ha hecho hacer las paces conmigo misma. Así como comprender lo importante que es mi voz y el hacerme escuchar; pero que primero debía escucharme a mí misma para que los demás me escucharan.

Lejos de ser algo ajeno, el teatro llega a la médula del individuo y nos hace transformarnos… Nos invita a observarnos y cuestionarnos, nos enseña a cambiar de paradigmas y a construir nuevos.

Diana Chinchilla Álvarez
Estudiante de Artes Dramáticas

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