Creo
que hay muchas maneras de llegar al teatro. Algunos lo hacen
al tener experiencias cercanas con el medio cuando eran pequeños,
algunos otros pudieron estar en escuelas o colegios que ofrecieran
“teatro” como una asignatura o actividad extracurricular, incluso
nunca falta el grupo de teatro de la comunidad, que puede ser el de
la iglesia (y que le pudo haber brindado a alguien sus primeras
experiencias con las tablas).
No
voy a mentir, estar en el escenario es una actividad intensa y
estimulante, como enamorarse o hacer algún deporte extremo (ambas
considerablemente peligrosas como el teatro). Por lo que no me
resulta raro engancharse, enamorase, querer dedicarle más horas, más
vida. Pero la magia para mi no radica en llegar, sino en quedarse.
El
amor por el teatro puede ser mucho, pero como cualquier matrimonio
relativamente funcional, el amor es solo uno de los factores que
mantiene la paz en el hogar. Dedicación, reinvención, honestidad,
pleitos, frustración, acaloradas reconciliaciones; todas estas son
los múltiples momentos que implica un convivio prolongado con esta
profesión.
Yo
diría que llevo diez años de casado, pero mentiría de manera
descarada. El proceso universitario y de formación se parece más a
un noviazgo que a cualquier otra cosa; porque se es joven, lleno de
ilusiones, planes a futuro, viajes por todo el mundo acompañado uno
del otro. Un idealismo puro, como el de cualquier pareja que juega
con la idea del matrimonio. Pero luego te gradúas, o sea, te casas.
Fuera
de los clichés de la vida matrimonial, la experiencia académica es
una etapa poblada de otras aristas que se llegan a diferenciar mucho
de la realidad de un ambiente laboral, donde tus ciclos no son un
conjunto ordenado de semestres, sino un sube y baja de: proyectos,
trabajos a medios tiempos, vacas flacas y gordas. El afuera es una
verdadera prueba de amor, sabiendo que este no desaparece, pero es
incapaz de sustentar cualquier tipo de idealismo que uno pudo haber
generado en la cabeza.
Quizá
la realidad sea menos “romántica” pero definitivamente es más
exigente y satisfactoria. El día a día es un reto, así como
aprender cosas nuevas sobre este maravilloso oficio (también se
aprende cosas nuevas de uno mismo). El teatro está en muchas cosas,
no es un objeto intocable y místico que responde solo a lo que pasa
en las tablas, sino que nos invita y exige a replantearnos nuestro
quehacer. Quizá ahí está un poco la clave. Esto igual se sostiene
con constantes peleas, frustraciones, momentos de separación y
reconciliaciones. Es todo un tema.
No
sé cuántos años más durará este matrimonio. He visto a muchos
que se divorcian y logran llevar una amistad feliz, otros tantos
manejan una relación abierta y les va de maravilla. Yo aquí voy,
aun enamorado, un poco más cansado, pero con ganas de seguir un rato
más.
Estefan
Esquivel
Dramaturgo
y Actor
brindo por ese romance tuyo, por vos y por nosotros que dure muchos años más...
ResponderBorrarAlejandro Acosta V
Bravo!
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