Solía
ser una niña tímida, mi madre dice que eso se dio por la muerte
prematura de mi padre... que yo estaba triste.
Sin embargo, dentro del mundo de esa niña de 8 años, solitaria y callada, existía una pequeña actriz que amaba disfrazarse, sentarse frente al tele a ver películas, jugar con sus muñecas e inventarse historias. La Cristina de 1998 decía que quería ser como las muchachas de las películas, salir en la tele, ser actriz. Justo a mis 9 años, mi madre encontró un lugar que a lo mejor funcionaría para "eliminarme la máscara de la timidez".
Inicié
mi camino teatral en el
Teatro Giratablas donde además de hacer amigos, conocí mi cuerpo
y habilidades; también aprendí a vivir y amar el teatro con
una pasión desenfrenada. No creo que hubiera un lugar donde yo me
sintiera más cómoda conmigo misma que el teatro, al menos durante
mi infancia y adolescencia.
Siempre
he sido decidida y obsesiva, en el buen sentido. Es decir, que si
quiero algo, hago lo que sea para conseguirlo; aunque eso implique
mucho trabajo y poco sueño.
A los trece años ingresé al conservatorio de Castella. Insistí tanto a mi familia en esto: yo sabía que mi vida tenía que tener arte o no iba a ser vida. Pasé un año en clases de música, ballet y artes plásticas; con tal de estar en un colegio artístico. Al ingresar, viajaba de Tres Ríos a Heredia de lunes a viernes. Era la última en bajarme de la buseta, dormía todo el camino y llegaba a hacer tareas y a ensayar. Sabía que no todos mis compañeros seguirían en teatro, que nos mantendríamos quienes tuviéramos más "hambre" de crear y fue por eso que a mis 15 años le dije a mi mamá que quería continuar profesionalmente con mis estudios teatrales.
Sé
que mi madre se arrepintió un poco por haberme dado pelota desde un
inicio con esto de la actuación, pero bueno, me apoyó y aún lo
hace... Aunque ahora me reclama por hacer tantas cosas a la vez, pero
en el fondo ella sabe que eso es inevitable, soy como ella, de mil
cosas a la vez.
Y
así ha seguido mi vida... Siempre atravesada por el teatro.
Terminar
mis estudios universitarios en teatro fue solo el primer paso para
darme cuenta de lo mucho que el teatro hace por mí y seguirá
haciendo. Mi vida adulta es muy distinta a como imaginaba de niña,
no salgo en películas, ni en caras producciones teatrales, no firmo
autógrafos, ni gano premios importantes, no. Mi vida adulta está
siendo mucho mejor de lo que yo esperaba, está llena de teatro en
cada clase que doy, en cada seña en LESCO que hago, en cada charla
que disfruto y en cada espectáculo que comparto.
Hago
teatro porque no tengo opción, porque es parte de mí y porque,
aunque tenga un trabajo estable "no teatral", el teatro me
persigue como el mayor amor desenfrenado, un amor para toda la vida.
Cristina Barboza
Actriz,
directora, educadora especial
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