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A Borges no le dieron el premio nobel de literatura, es cierto que recibió otros galardones como el Cervantes, pero el nobel, que goza de este imaginario de ser “el” premio en literatura, no. Claramente esto no es un argumento para dudar de la calidad narrativa de Borges, pero sirve para señalar un hecho más que conocido; que los premios no son infalibles, mejor aún, que no determinan nada irrefutable.
¿Y por qué seguimos entregando premios al quehacer artístico? Eso me pregunté cuando me propusieron ser jurado para los Premios Nacionales de Cultura que entrega, ya lo adivinaron, el Ministerio de Cultura, específicamente los premios del 2020 en literatura. Spoiler, al final acepté. Porque, creo yo, hay algo valioso en su existencia, no solo la de los premios que da el Ministerio de Cultura de nuestro país, sino los reconocimientos que se le da al arte en general a lo largo y ancho del mundo.
Dos argumentos a su favor y uno en contra.
1. Visibilizar el trabajo: quedemos claros, uno de los mayores retos que afrontan los artistas en el espacio actual es el de hacer llegar sus productos a los consumidores. Los motivos para esto son múltiples y complejos (saturación de propuestas, faltan medios eficaces de difusión, etc.) pero cualquier galardón que posea una obra puede ser una manera de hacer llamar la atención sobre ella, y en el contexto costarricense, donde se acostumbra a dudar de la calidad de cualquier cosa que sea hecha en “tiquicia”, esta puede ser un incentivo para su consumo.
2. Incentivo a los creadores: dedicarse al arte es complicado, no solo por los motivos económicos que todos podemos imaginar, sino también por la percepción social que se tiene de la figura del “artista”. Un premio puede ser el incentivo necesario para motivar a un creador a seguir con su trabajo o para alentar a uno que apenas esta comenzando, como el dramaturgo argentino Mauricio Kartun, que después de ganar un concurso de cuento en la escuela, comprendió que tenía un talento que jamás había visto en él mismo. Sumado a esto el incentivo económico que ofrecen muchos premios también pueden afianzar la posibilidad de que los creadores se mantengan, valga la redundancia, creando.
3. El argumento en contra es como el primo malvado del anterior: Puede hinchar los egos. Aunque usted no lo crea los premios pueden hiperbolizar la imagen que el artista maneja sobre si mismo. Cosa curiosa si tomamos en cuenta que: 1- no todos los grandes artistas han ganado premio. 2- no todos los que ganan premio son grandes artistas. 3- Que aunque uno vaya a todas las sodas del mercado central informando que uno ganó “el Magón”, es probable que en ninguna le regalen un almuerzo.
Es que los premios son una ficción, y conste que no lo digo de manera despectiva porque la ficción es de mis cosas favoritas, ya que determinar la “calidad” o la “superioridad” de una expresión artística sobre otra va a partir de criterios que no todos compartan, por más objetivos que estos puedan llegar a ser, o que pueden llegar a cambiar con el tiempo. Y sin embargo hay un valor real en generar diálogo alrededor de las obras ¿o acaso no les parece interesante como todo mundo se convierte en cinéfilo cuando llega la temporada de los Oscar? Es que los premios pueden generar diálogo y comunidad.
Lo que me hace pensar en tres sugerencias para nuestros premios de cultura:
1- Incluir más categorías: El arte es un fenómeno que muta y se expande constantemente, por eso sumar categorías o subcategorías en algunas áreas pueden ayudarnos a llevar la mirada a manifestaciones más diversas. En el caso de literatura, una categoría de cuento infantil y otra de cuento infantil ilustrado, sería una maravilla para aquellos padres y madres de familia que quieran iniciar a sus hijos en literatura. También, contemplar la diferencia entre nuevos creadores y creadores de mayor trayectoria, ayudaría a incentivar a aquellos que vienen comenzando en su proceso de creación (que bien se sabe que es difícil arrancar). Quizá esto implique un menor monto económico para cada uno de los ganadores, pero podría resultar en un entorno de consumo cultural más dinámico.
2- Nominaciones: Para el entendido en cine, los Oscar son cualquier cosa menos un sinónimo de calidad, sin embargo, creo que pocos podrían argumentar que son uno de los eventos que más moviliza a las personas al cine. Está claro que esto se debe a la millonaria maquinaria de propaganda que tienen a su disposición, pero otro detalle que me parece efectivo y no tan costoso son las nominaciones en cada categoría previas a la nominación. Es normal que las personas corran a los cines para ver todas las películas nominadas y generen discusión y expectativas sobre sus posibles ganadoras. ¿Se imaginan a hacer lo mismo en teatro? Saber que cuando se nominan a varias obras la gente se sienta tentada a ir a las salas, ver cuál es el panorama para este año. Quizá obras que ya no están en cartelera, pero son nominadas; podrían hacer una temporada relámpago previa a la premiación.
3- Mediatización de la entrega: Cualquier persona que haya trabajado remotamente cerca del Ministerio de Cultura sabrá que ahí se trabaja con lo que se tiene, que generalmente no es mucho, y que ahora es menos. Pero también hay alternativas para logar una más amplia cobertura de los premios como transmisiones por vías digitales, alianzas con televisoras o canales de radio; que le den más difusión al evento. En fin, que algún día, en nuestros sueños de opio, la expectativa por una entrega de premios nacionales de cultura en Costa Rica, se acerque a la de un clásico de futbol.
Estefan Esquivel Valverde
Dramaturgo, Actor y Docente.
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