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Si soy sincera, tal vez he estado un poco en negación con respecto a escribir esta nota… A estas alturas puedo asegurar que me encuentro cansada del COVID y todo lo que ha desencadenado, una consecuencia directa del virus ha sido la evidente repercusión en la enseñanza y como estudiante de Artes Dramáticas esto me ha pegado directamente. Tal vez no había querido escribir porque me hace pensar en lo mucho que extraño estar con mis compañeras, porque en el teatro una no solo aprende de sus profesoras sino que aprende de toda persona que la rodee a una, me hace extrañar sentir el calor y la energía que como grupo trabajábamos y transmitíamos; extraño hasta los detalles más pequeños como el ritual que tenía para entrar a las clases: Dejar mi bulto en el mueble, sacar mi ropa de trabajo, cambiarme, guardar la “ropa normal” y quitarme los zapatos para entrar al espacio.
Aprender teatro es más que solo ir a clases, es una experiencia que se construye desde el convivio; por eso parecía imposible poder recibir clases de forma virtual. Durante todo este tiempo han existido muchas preguntas en mi cabeza y la mayoría no tienen respuesta… Preguntas que por lo que he observado rondan también en la cabeza de quienes hacemos o estudiamos este arte. Es muy probable que ustedes ya tengan en mente algunas ideas de por dónde pueden ir esas preguntas, y tal vez ustedes ya tienen sus respuestas. Yo en lo personal siento que cada vez que pienso en ellas, es como si diera vueltas en el mismo lugar, no logro avanzar nada y solo termino mareada…
Por eso hoy quiero hablar desde otro lugar. Mi proceso de enseñanza este año ha sido peculiar y aún así, no puedo imaginar una palabra que no sea gratitud… Gratitud con mis compañerxs, con mis profesoras/es, con una increíble asistente y conmigo misma; porque inclusive en estas condiciones me han hecho sentir acompaña y han logrado sorprenderme de una u otra manera. Aún cuando extraño de forma abismal las clases presenciales, agradezco tener clases aunque sean virtuales en este tiempo tan insólito; porque me permite mantenerme cuerda, puedo jugar y distraerme aunque sea un momento de todo lo que sucede.
No me malinterpreten… No busco romantizar la situación, pero propongo verla desde otro lugar. Realmente admiro el esfuerzo sobrenatural que han realizado mis profesores para innovar y motivarnos a seguir; porque siempre han estado dispuestas y dispuesto a escucharnos y a tratarnos desde la empatía. Nos han hecho entender que en estos momentos, más que nunca, tenemos que apropiarnos de nuestros procesos y explorar sin limitarnos.
En múltiples ocasiones he escuchado a varios compañexs decir que esto es un acto de resistencia, y yo no podría estar más de acuerdo con ellxs, porque todo este año ha sido una constante demostración de lo mucho que nosotrxs queremos estar en este espacio. Es evidente que todos nosotrxs como personas de teatro tenemos la necesidad de movernos, de pensar creativamente para encontrar alternativas y de buscar la luz en la oscuridad.
Regresaremos y como nunca antes, porque tenemos una fuerza de voluntad gigante y nada nos va detener.
Diana Chinchilla Álvarez
Estudiante de Artes Dramáticas
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