Siempre
me gustó el arte
desde pequeña, siempre me gustó la ciencia también. Era una niña
tímida, con pocos amigos, con excelentes notas en la escuela y
colegio. También era muy buena en las clases (pocas
clases)
de arte que daban en estas instituciones públicas a las cuales
asistí.
Mis
padres, muy jóvenes, con muchos hijos y enfrentando la crisis de los
80’s; me dieron lo mejor que pudieron. En arte, nunca pudieron
ayudarme, no había dinero, ni medios, ni algún mentor que pensara
que era buena idea meterme en el arte.
Al
teatro
lo fui conociendo a fondo hasta mis 18 años. Era mi primer año en
la Universidad, 1998, escogí Farmacia
como carrera (salud y ciencias) porque también era otra parte de mi
vocación. Por supuesto que todo el
mundo
me
apoyaba.
Escogí, como parte de los Estudios
Generales,
un curso sobre Apreciación
de Teatro.
En
la primera semana de la U, nos enviaron a ver una obra de teatro. Yo
fui con mi padre (fue la única vez que me acompañó a ver teatro)
al Teatro
Giratablas,
vimos unos cortos de Chéjov. En la última obra, una actriz
simplemente se metió en mí, me flechó directo al corazón, quedé
pasmada por su actuación, sentí una profunda conexión, sentí que
alguien me entendía, me sentí reflejada en ella, era como ver mi
alma en un espejo a través de su mirada. Fue amor a primera vista y
para siempre con el teatro.
Ahí
dije: “¡Oh dios, yo quiero hacer eso que ella hace, quiero
transmitir lo mismo que ella!”
Así,
sin saber bien hacia
dónde me dirigía,
empezó mi vida en el teatro. Ese año vi muchas obras de
teatro. Fui
a festivales. Aumentaba
cada día
mi deseo de meterme en teatro
de alguna forma. Sin
embargo,
como era tímida, tenía mis dudas de si podría lograrlo.
El
semestre siguiente matriculé
un
Taller
de Teatro.
Al
fin pude estar en un escenario y
con un público, por primera vez. Yo
quería más, mucho más, me sentía hambrienta por aprender. Fui
a hacer
la prueba de aptitud para la Escuela
de Artes Dramáticas
de la Universidad
de Costa
Rica
(en
secreto por supuesto).
¡Y la gané! Sentí felicidad, el pecho hinchado y con el susto de
cómo iba a hacer para llevar
la carrera.
Al
año siguiente, simplemente matriculé unos
cursos de la carrera
y así empecé. Estuve
3 años llevando Artes Dramáticas a escondidas de todo el mundo;
matriculando 1 o
2 materias de Farmacia y
llevando el bloque completo de Dramáticas.
No
mentí, simplemente no dije toda la verdad. Es una de las ventajas de
ser la hija del medio: pasas desapercibida. Cuando
mi familia y amigos se enteraron de toda la verdad, ya era muy tarde
para echarse hacia
atrás.
Nada
me detenía en aquellos años además.
Fue
muy duro. Pasé
a ser una decepción, como si hubiese cometido el mayor pecado.
Estudiar
artes era una vergüenza. Sin
embargo cuando
sólo me faltaba un año para terminar el Bachillerato en
Artes Dramáticas;
mis padres me ayudaron un par de años más y después de eso se
acabó su ayuda. Tuve que seguir sola, aprendiendo y empezando a
vivir por mí misma; enfrentando al mundo y cayendo en la realidad.
Una
realidad cruda y cruel (de
la cual ya me habían hablado)
que me resistía a creer.
Me
asusté, sobretodo
porque: tuve
un par de accidentes menores, estuve
sin empleo, sin seguro médico, sin dinero para enfrentar una
emergencia y ahí dudé de mis capacidades.
Huí del
teatro por una década y
regresé
a Farmacia.
Mientras
estudiaba en el día (tiempo
completo),
trabajaba en la noche (tiempo
completo y fines de semana)
para pagar mis estudios y vivir. ¿En
qué momento iba a poder hacer teatro? No
tenía
tiempo, siempre tenía que trabajar.
Me
perdí de mucho teatro esos años. Farmacia
era algo que quería hacer también, no podía hacerlo todo en ese
momento, tenía que escoger. Cuando empecé a trabajar como
farmacéutica todo cambió de nuevo, un nuevo ciclo de vida comenzó,
y ahí lo primero que hice fue volver al teatro. Me encontré primero
con un panorama muy diferente
a como lo había dejado, y segundo;
empecé a trabajar con
Raíz Teatro.
Hace
6 años soy
miembro de Raíz Teatro
y
en este tiempo
he ido, poco a poco, reaprendiendo y creciendo en algo que amo
profundamente hacer: teatro.
Es
como tener una identidad oculta pues a todo el mundo le parece raro
lo que hago. Tengo
la percepción que cuando digo: “soy de teatro”; los de ciencias
y salud me ven con menos seriedad. Y
si en artes digo: “soy de farmacéutica”,
también me miran con
escepticismo como si para mí fuese un hobby lo que hago. Es
mi percepción.
Ahora,
a mis cuarenta años, quiero seguir aprendiendo y desarrollando éste
hermoso arte del cual estoy orgullosa de ser parte. “Estoy jodida
si
lo dejo”,
como diría Sara Astica. Jodida
porque voy a querer siempre estar en el,
y si estoy en el,
también jodida porque sé a lo que me atengo. ¡Me
seguirán viendo en el
teatro,
se los aseguro!
Katherine
Castro Castro
Actriz
y Farmacéutica